
—¿Que de dónde saco las ideas para mis cuentos? —le preguntó Cáceres a Eloy.
—Sí. Es que son realmente increíbles. Desde que éramos niños, siempre tuviste las mejores ideas. Mírate ahora, tú un gran escritor, y yo, bueno... un simple albañil —Eloy lo miró con algo de piedad y sonrió cálidamente.
—No seas tan duro contigo. Eres un excelente profesional. He visto tus trabajos; son realmente precisos.
—¿Precisos? Ni que fuera un arquitecto. Me paso todo el santo día levantando paredes. Nada más fácil.
—No seas así —replicó Cáceres, que ya peinaba canas en su frondosa cabellera.
—En cambio tú, ¡Dios! Eres famoso. Ni siquiera sé por qué estás aquí, después de tantos años.
—Quiero saber qué se siente construir una casa. Hacerlo con tus propias manos. ¿Tú hiciste esta casa, verdad?
—Así es. Pero lo hice porque no me quedó otra. En cambio, tú... con todos esos premios... ¡debes ser millonario! Puedes contratar a miles de simples albañiles como yo.
—¡Suficiente, Eloy! —interrumpió amablemente Cáceres, mientras acariciaba su largo y fino bigote. De pronto, su mirada se volvió seria—. Está bien, en honor a nuestra larga amistad te voy a contar de dónde saco mis ideas.
Del interior de su saco de fina tela, Cáceres sacó una larga pajilla plateada y la colocó en la pequeña mesa donde estaban tomando café. Eloy la miró extrañado y preguntó:
—¿Y eso?
—Con esto extraigo las ideas de la gente. Digamos que me meto, literalmente, en sus cabezas —Eloy tomó la pajilla metálica y, riendo, observó a Cáceres a través de ella, mientras este continuaba—: He ido recolectando ideas desde hace mucho. Busco a las mentes más brillantes, y gracias a esa pajilla, absorbo sus mejores ideas.
Eloy sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y, con algo de miedo, dejó el perturbador instrumento sobre la mesa.
—Menos mal que no soy una mente brillante —dijo, recostándose en el respaldo del sillón.
—Creo firmemente que eres un excelente constructor, Eloy —Cáceres, con mucho cuidado, tomó la pajilla y se inclinó hacia él—. Y cuando te dije que quería saber qué se siente construir una casa con mis propias manos, no estaba bromeando.