
EL DESPERTAR
MICRORRELATOS
Nicolás J. Marinelli

EL DESPERTAR
Un olor fuerte, como a carne en descomposición, inundaba aquel sitio, que, por lo demás, era estrecho y profundamente oscuro; de no más de un metro de altura y sesenta centímetros de ancho. Estaba completamente construido en roca, según pude comprobar con mis manos.
La cabeza me latía y el cerebro, hinchado como un caracol que quiere escapar de su propia concha, me ardía escupiendo retazos de nombres e imágenes que no lograba reconocer.
Entonces, llegó ese otro aroma... un aroma dulce, como a flores, como a miel, como a primavera.
Seguí aquel rastro sin detenerme a pensar. Solo quería llegar allí, escapar de lo fétido, de lo húmedo, de lo podrido. Con una fuerza que desconocía, empujé una especie de losa y emergí a la superficie.
El aire me golpeó la cara, distrayéndome por unos instantes, pero el aroma dulce seguía allí y me llamaba…
Y entre las penumbras de una tarde húmeda y sumergida en niebla, logré ver el aroma. Aquel dulce, dulce aroma de la vida.
Me abalancé sin dudar, y mis manos se hundieron en algo blando. Un líquido oscuro, tibio, carmesí, me empapó la cara y los dientes. Y supe a partir de allí que ya nada sería como antes.
Ahora, persigo por siempre aquel aroma fresco a primavera, que me llama, que llama… obligándome a acechar a aquellos que aún siguen respirando.